
Lo prohibido me llamaba… aun más saber que no se nada. Café con piernas: lugares frecuentados por hombres, atendidos por bellas señoritas. Tenía que saber que pasaba ahí. Un día sábado cualquiera, eran las 19:20 pm, me dio nervios antes de entrar, vacile mucho antes de hacerlo, la curiosidad y los nervios me sobrepasaban, entré, jure que me echarían, pero la realidad fue otra. Mujeres moviéndose al ritmo de un reggaeton, hombres babeando al compás de un calzón, yo sólo mirar, tenía que mostrarme a gusto, pues era yo la que había llegado a revolver el gallinero. Me serví una bebida (era lo mas barato), un hombre era seducido por una mujer, de todos modos era gracioso, el estaba muy nervioso por mi presencia y me sonreía irónicamente, luces ultravioleta corregían algunas imperfecciones de las señoritas (estrías de embarazo, rollitos, celulitis, etc.). Habían tres señoritas bailándole, presencie una escena vergonzosa: “¿oye, cómo se baila esta wea?, tení que mover la raja- esta se afirmo a un tipo, le bailó, de repente dijo e hizo: “CARAPALIDA”, se rió, corrió un par de pasos a delante, el tipo rió.
Ella se dirigió a mí, aproveche de hablarle, me dijo su nombre y su edad (cosa que no le creí), me contó que tiene una hija de cuatro años, se afirmo la guata diciéndome que por eso las estrías, luego se fue a bailar…
Yo entre mentalizada en mi observación, no criticaría en ese momento lo vivido, quise parecer a gusto y lo logré, aunque en realidad no era lo que sentía.
De repente siento pena de ser mujer. He aquí una de mis experiencias en las entrepiernas de los cafés de Santiago.